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19 dic 2009

Música y Ciencia

El trompetista de jazz y el científico absorto

Donde intento definir qué es un científico usando a Miles Davis y su trompeta

La pregunta de qué o quién es un científico no es irrelevante. Hay personas que quieren ser tomadas por tal para que sus afirmaciones ganen credibilidad. Otras usan el término “investigadores” con fines semejantes. Que algunos de estos personajes se llamen investigadores es como si yo me compro una caja de gubias y pretendo pasar por ebanista: un fraude.
Intentaré hoy contarles mi visión de este asunto. Por un lado, y con la venia de los matemáticos, definiría “científico” como un conjunto borroso. Es decir, la pertenencia a este conjunto no es una dicotomía sí/no sino que responde a una escala continua en el rango 0-1. En el 1 estaría gente como Ramón Margalef o Mariano Barbacid y en el 0 estarían el alcalde de Valdescorriel o mi querida suegra (cada uno con sus peculiaridades).

Yo, en este caso, propongo extender la escala hacia los números negativos dando cabida a la antipertenencia. Así podríamos incluir personajes de todos conocidos que intentan vender gato por liebre haciendo de la mentira una forma de vida.
Mi opinión es que aproximarse al 0 en la escala no significa nada negativo. Lo sería, en cambio, para valores menores que 0 donde, en el sentido que le estoy dando a esta historia, predominaría la superstición y la creencia irracional sobre el conocimiento crítico. Creo que si todos estuviéramos en valores positivos, aunque fueran pequeños, la sociedad avanzaría en ese camino que ya he desarrollado en posts anteriores.

La pregunta directa ¿qué es un científico? no es más difícil de responder que ¿qué es un músico?. En el primer caso es “el profesional de la ciencia”, es decir, aquella persona que hace de la práctica de la ciencia su profesión. En el segundo sería lo mismo: el profesional de la música. Pero si un día compro una trompeta y me dedico a amenizar las tardes a mis vecinos eso no me convierte en músico. Ser un profesional es algo más que dotarse de herramientas: es necesario conocer la profesión, los materiales, saber leer las partituras, conocer las técnicas adecuadas en cada caso... y eso son años de trabajo y práctica.
En el caso de la ciencia es lo mismo: un científico debe tener un buen conocimiento de sus herramientas y de las técnicas de su disciplina. Como en la música, sólo cuando la técnica deja de ser un obstáculo se puede entrar en la fase de creatividad.
Un científico es, por tanto, un profesional de la ciencia con un cierto dominio de su oficio. Y del mismo modo que si yo empiezo a tocar la trompeta con estusiasmo el resto de la orquesta sabría inmediatamente que no soy músico y que intento engañarles, trabajos como los de Von Daniken o Immanuel Velikovsky, por poner ejemplos conocidos, son muy fáciles de reconocer como un fraude desde el punto de vista de la ciencia. La pertenencia del autor al conjunto “científicos” tendría valores próximos a -1 porque ignora o viola las reglas del método científico, que son las que hacen que la ciencia tenga un nivel elevado de credibilidad.

Dentro de los profesionales de la música o la ciencia tendremos diferentes grados de originalidad y de creatividad. También encontraremos de todo en calidad, desde los mediocres hasta los virtuosos. Es cierto que en la ciencia hay pocos solistas porque ya no suele ser un ejercicio individual. Hay directores de orquesta, que marcan líneas de trabajo, distribuyen tareas y coordinan para que todo suene lo mejor posible. También pueden reconocerse pequeños grupos de rock, orquestas de cámara y hasta grandes sinfónicas. Hay buenos intérpretes de obras ajenas, también hay compositores, otros se dedican a la innovación paseando por las fronteras de lo ya conocido.
También hay diferentes personalidades y algún rasgo común. Por ejemplo, no he conocido ningún buen científico ni músico (esos que pasan del 0,8) al que no le apasione su trabajo. Eso es fácil de entender porque al ejercicio de la ciencia o de la música no se llega rápida ni fácilmente. Los que llegan lo hacen a fuerza de voluntad y de mucho trabajo aunque como premio pueden decir que se dedican a lo que más les gusta, lo que hace de estas profesiones algo privilegiado.

Por eso, al mentiroso, al estafador, se le reconoce por la falta de oficio y la ausencia de trayectoria, lo que lleva a productos de mala calidad, desafinados cuando no cacofónicos. Para investigar hace falta algo más que vestirse de bata blanca (un tópico de todas formas): hay que saber ciencia, su historia, sus éxitos y sus fracasos, sus métodos, sus técnicas... Por eso los buscadores sinceros del chupacabras desconocen el análisis del ADN y los grabadores entusiastas de psicofonías no saben qué es el ACI y los estudiosos de la transmisión del pensamiento no saben qué es la estadística no paramétrica: porque no dominan sus herramientas, porque quieren saltarse el esfuerzo y la adquisición de los conocimientos necesarios para hacer bien su trabajo. Y eso no los coloca muy altos en la escala ni hace de su trabajo algo demasiado fiable (¿se han fijado en mi delicadeza?).

Publicado por un profesor de la Universiad de Biología en Mérida en su blog personal. A mi parecer, bastante interesante el símil.




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